¿Qué significó para ti ser llamada a
consagrar tu vida?
Mi vocación significa para mí ese amor misericordioso que Dios Creador y Padre, dueño y Señor de mi vida, me manifestó llamándome desde muy joven a consagrarme a Él en la vida religiosa contemplativa, para vivir dedicada a su amor y servicio durante toda mi vida.
Conforme pasaron los años, me siento más feliz, dichosa y muy agradecida de este llamado del Señor que me ha elegido para seguir más de cerca a su Hijo Jesucristo, nuestro Señor, y así rendirle el culto de alabanza a su santa gloria por medio de la oración, el estudio y el trabajo manual.
Que el Señor reciba mi acción de gracias también por cuantas buenas y generosas personas ha ido poniendo en mi camino para orientarme, ayudarme y rezar por mi perseverancia y fidelidad a Dios Nuestro Señor.
También experimento una profunda gratitud a nuestra Santa Madre Iglesia, hacia mi querida Orden Dominicana y a la comunidad de monjas dominicas contemplativas que me recibió con tanta bondad y misericordia, para ser un miembro más en la comunidad viviendo con ellas y como ellas “en un solo corazón y una sola alma den Dios”.
Bendita sea Dios en sus dones, que todo sirva para gloria y alabanza suya, bien de toda la Iglesia y salvación de muchas almas.
¿Qué puedes decirnos
de tu vocación?
Para mí la Vocación es lo más hermoso que me ha sucedido en esta vida. Siempre he visto en el llamado un amor privilegiado por parte de Dios hacia mí y hacia mi familia.
Teniendo poca formación respecto a la religión, me bastó para darme cuenta que el Padre me amaba desde siempre .Luego comprendí que debía seguir a su Hijo porque Él lo quería así, lo cual me hacía feliz.
El llamado a interceder por los demás, me colocaba en la larga caravana de la Salvación de todos los hombres .Me asociaba a la obra redentora del Esposo ¡Qué otra cosa mejor podía ocurrir!
Fui entendiendo también que este llamado significaba, además, la renovación del mundo desde mi continua conversión y entrega generosa en El y con El unida a otros corazones que caminan con idéntica resolución.
Así la esperanza de que la oración puede germinar hasta en donde uno ni se imagina, me sigue impulsando a seguir avanzando.
Creo firmemente que en este momento de la historia es la oración el faro encendido para mostrar el único Camino a muchos. Para ello se vale de pobres instrumentos, enamorados de su Obra.
Bendito y alabado sea Dios Amor. Bendito por su Luz derramada en medio del mundo.
¿Qué es para vos
la vida contemplativa?
La vocación a la vida contemplativa es un llamado a contemplar el rostro de Dios, desde la liturgia, la meditación asidua de la Palabra de Dios y que se hace vida en el vivir de cada día, en cada circunstancia de nuestra existencia, llevando a Dios las necesidades de la Iglesia, del hombre de hoy y de todos los tiempos.
Desde que descubrí el don del llamado, hubo una nota característica, “la alegría”.
• “Alegría” de ser toda de Dios,
• “Alegría” de la Comunidad que conocí por primera vez; que me enseñó a ser monja que me acompaño en las distintas etapas de la formación; en mi vida consagrada.
• “Alegría” de nacer en una familia cristiana, que me acompañó siempre en mi vocación.
Hoy puedo decir que soy feliz de ser monja, gozo que lo revivo en cada Eucaristía, en cada circunstancia que me toca vivir; en la vida comunitaria; en la vida dominicana; en la vida diocesana y eclesial.
Camino hacia la eternidad, hacia el que me creó, que me ama desde toda la eternidad, y me renueva cada día con su presencia “Eucarística”.
También en los momentos de sufrimientos, la pérdida de un ser querido, en los momentos de oscuridad y soledad; allí está Él presente, en silencio, fortaleciendo, desde la cruz…, desde la oración.
Cuando tengo que escuchar al que sufre, al que no encuentra paz en su vida, en su corazón; la oración de intercesión, el deseo de bien para el prójimo es constante, suplicante, en la presencia de Dios.
Gracias Señor, por el don gozoso y gratuito de la consagración, de la vida dominicana contemplativa
¿Qué significa para vos estos años consagrada a Dios?
Lo resumiría en 3 palabras:
“gratuidad, aventura y esperanza”
“Gratuidad”: La elección es gratuita, una gracia, un don. Nadie elige esta vida, menos yo la hubiera elegido; fui elegida, gratuitamente, porque en mí no había condiciones, dones o una tendencia a ser monja. Era muy libre, llena de proyectos, con ganas de hacer muchas cosas. Pero Dio” con miedos, inseguridades, muchas veces sin comprender. Pero simplemente dije: “aquí estoy, hágase”
“Aventura”: La vida consagrada, la vida en el Monasterio ha sido y es una gran aventura, porque la “sorpresa” de la aventura de cada día es Dios mismo. Es vivir cada día en el misterio de Cristo, de su Vida, de su misterio Pascual, con El, en su misión redentora por todos los hombres. Ha sido un camino apasionante.
La vida de las monjas de clausura “siempre igual” parece aburrida., pero está colmada de luz, de gozo de la presencia de Jesús en cada momento, de la relación con Él que cada día es nueva.
Que hubo dolor, dificultades, cosas que costaron, renuncias; si y muchas, pero son insignificantes al lado del misterio de Dios entregado en el corazón.
“Esperanza” Dios tiene mi vida en sus manos, por eso, la esperanza hace crecer en uno la confianza, serena y gozosa de que El cumplirá sus promesas.
Jesús que se acercó a mí, dijo mi nombre, alegró mi juventud y me colmó de gozo con los años, me guiará según sus planes a un destino gloriosa según su promesa y su poder.
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