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HISTORIA DE LA MADRE
DEL VALLE
400 AÑOS DE AMOR MATERNO
EN ESTE VALLE DE CATAMARCA
La imagen de la Pura y
Limpia Concepción del Valle
Catamarca
Por el Pbro. Mario Gustavo Molas
"En un silencio pleno de gracia y de ternura
la Virgen lo miraba como a una criatura;
lo miraba la Virgen con expresión tan pura
que el aire parecía llenarse de ternura".
(JUAN OSCAR PON FERRADA, LOOR de Nuestra Señora la Virgen del Valle)
"La mirada del peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la Ternura y la cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla el misterio, lo disfruta en silencio. También se conmueve, derramando toda la carga de su dolor y de sus sueños. La súplica sincera, que fluye confiadamente, es la mejor expresión de un corazón que ha renunciado a la autosuficiencia, reconociendo que solo nada puede. Un breve instante condensa una viva experiencia espiritual".
Obispos Latinoamericanos, Documento de Aparecida n° 259.
La imagen
Una bella escultura de 42 centímetros de pie a cabeza, nuestra imagen es una talla de madera, muy a la usanza de la época, fabricada para el culto doméstico, pero de un esplendor particular que la hace distinta a sus pares.
Su rostro de un moreno aceitunado no tiene características raciales definidas (indias española, mestiza o negra) de mirada serena, frente amplia y pura, casi adolescente y sonrisa misteriosa, cabellos largos y castaños, ojos grandes
contemplativos, pómulos altos y rubor en las mejillas.
Sus manos grandes, juntas en el pecho levemente inclinadas a la derecha, no pegan sus palmas, dejando un cuenco como si portara algo entre ellas.
El maniquí del cuerpo,someramente tallado en breve cintura, desciende recto y se incrusta en la triple peana de madera escalonada. El vestido de canesú rosa claro con puntilla en el cuello se continúa en la falda de color natural y profundos pliegues con profusión de barras finas y doradas en sentido horizontal que le dan brillo al color, bordado con pequeñas flores de lis rojo, intercaladas con sutiles diseños de flores de seis puntos azules. Entre la camisa y la falda un cinto azul profundo con líneas doradas al tono de los puños en posición alta de embarazada.
El manto de tela engomada y rígido como la falda es de un azul oscuro intenso, constelado de estrellas doradas en distribución romboidal, se desprende de la cabeza a los pies por detrás en profundos pliegues y borde en cinta dorada. De frente se advierte el forro rojo indio con bastones pequeños dorados entrecruzados. Los pliegues delanteros, más amplios por rara coincidencia tienen el formato de las montañas del Valle, según el escudo del fundador Don Fernando de Mendoza y Mate dé Luna: doble el derecho, que representa el Ambato y simple el izquierdo representando el Ancasti. Dejando el vestido como surcos labriegos del Valle, que derramado sobre la luna, cuyos cuernos aparecen pequeños y plateados, completan con la inscripción de la peana la Imagen de la Pura y Limpia Concepción.
Excepto cara y manos, todo el icono está dorado a la hoja (o tal vez a la llama), el desgaste del tiempo lo manifiesta y emerge solo en las rayas de! vestido, las estrellas los bastones y e! borde de su manto, como así en la triple peana que lleva la inscripción.
Esta joya del arte fue revestida por un vestido blanco (natural) como capucha que solo deja asomar las manos y el rostro, y una capa celeste, luego sustituida por un manto, para sostener la corona, dejando el uso de la peluca.
La imagen fue complementada con discos de algarrobo, en principio dorados, hasta alcanzar el metro; una gran luna de plata en el altar o de oro en el trono festivo. Desde 1891 lleva en su cabeza de modo estable la corona.
Así vestida, el aspecto triangular de reminiscencias trinitarias constituye el "concepto" del culto mariano.
La imagen tiene claras reminiscencias guadalupanas, y es un icono de fascinan¬te atracción con silenciosa sencillez.
Aquellos indios acristianados que la veneraban con sus gestos cultuales en la Gruta de Choya, habrían encontrado en Ella el mismo atractivo que los españoles y el resto de vecinos y visitantes, afincados y peregrinos como hasta el día de hoy.
Paralelo con Guadalupe
Como ya se insinuó entre el acontecimiento mariano de Nuestra Señora del Valle de Catamarca y su predecesor histórico de Nuestra Señora de Guadalupe de México, existe un notable paralelo. Allá la imagen es la Inmaculada Concepción (por la luna) y la Concepción Virginal (cinto alto). La Virgen del Valle está inspirada en aquella por la postura y el vestido. Curiosamente la "Vestida de Sol y coronada de estrella" se presenta como vestida de estrellas y coronada de sol (radiadura solar) manos orantes y mirada recatada.
En cuanto a la manifestación ambas lo hacen primero a los naturales (Juan Diego y la Comunidad indígena de Choya) luego al español (Zumárraga o Zalazar). María, cuya misión providencial es unir en sí al hombre con Dios, en la encarnación del Verbo reconcilia a los hermanos enfrentados del Cuerpo Místico.
En cuanto a la historia, tanto desde el Tepeyac como en el Ambato (manifestación en la montaña), María es la fundadora y modeladora de esta cultura mestiza, auténtica evangelización de maternidad. Olvidarse de ello es volver al enfrentamiento.
Entre los años 1531-1615, cien años y la misma labor. Ante la presión del conquistador y la respuesta belicosa del nativo, el azteca o el calchaquí, la Madre con prodigios, inclina la balanza a favor del que fuera más débil, según cada ocasión, con el resultado que no hubo "raza vencedora ni vencida". No prevaleció ninguno de los ya decadentes imperios: español, azteca o inca, sino la lenta formación de Latinoamérica, en la que hoy estamos: La América Mestiza.
Las actuales culturas mexicana y catamarqueña son incomprensibles sin la Virgen. Es nuestro icono de unidad espiritual, fuente de una fuerte religiosidad popular y corresponde a la Iglesia educarla y llevarla al Sacramento pero no puede prescindirse de Ella, so pena de pérdida de la identidad.
María esta memoria de nuestro pueblo, junto con las Reales Cédulas de Sevilla y las Actas Capitulares, su imagen de incierta factura es lo único que materialmente existe desde la fundación de esta Catamarca y lo que espiritualmente hilvanará a las generaciones de la ciudad y del NOA. Su presencia no es accidental ni secundaria sino medular y definitoria.
En aquel entonces pacificó a las razas en oposición, más tarde las formaciones políticas y partidarias desde el lento paso del Cabildo a la Democracia, de los imperialismos a la Independencia, de la errabunda situación de la ciudad a su asentamiento definitivo. María determinó su lugar y protagonizó de manera capital su historia.
En el caso de Nuestra Señora del Valle sucede a través de una imagen, familiar, de inspiración guadalupana, realizada a menos de un siglo de la manifestación mexicana. De cómo ingresó al Valle, se desconoce aunque puede deducirse de algún hecho que tiene que ver con la fundación de Todos los Santos de la Nueva Rioja y la distribución de las mercedes en el Valle de Catamarca y la encomienda de Choya.
La Virgen del Valle no habla, no se aparece, no da mensajes.
Actúa desde el "silencio" del que escucha. Y su origen es parte de ese silencio.
Si hay algo que salta a la vista es esa presencia intensa y silenciosa
que puede ser testimoniada por aquellos que tienen la gracia
y el privilegio de haber estado junto y frente a Ella.
Los 400 años de identificar su historia con la Población del Valle,
incluida la propia ciudad de Catamarca en su poblamiento
que pone término al proceso fundacional.
Cuando se habla con Ella, no se espera otra respuesta
que la confianza en pedir y darlo por hecho.
El estruendoso silencio de la Virgen
se aprecia en la enorme variedad de gracias que de ella fluyen,
de la que son testigos los interminables "exvotos" que inundan el Santuario.
Pedir genera el sonido.
Otorgar produce el silencio.
"Encontrada" en una gruta del Ambato, no pide, no llora, no amenaza,
no hay deseo de Santuario ni intercambio de favores.
Está allí, presente y escucha en silencio a cada uno y a todos a la vez
MONJAS DOMINICAS
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